Sí. Existen argumentos muy convincentes para asegurar que el ejercicio físico practicado de forma regular, por personas que han tenido un infarto agudo de miocardio o una angina de pecho, reduce el porcentaje de muertes producidas después de que se haya manifestado la enfermedad. Por ello, el Colegio Americano de Medicina del Deporte considera que la mayoría de esas personas deberían realizar programas de ejercicio físico prescrito individualmente para mejorar su salud física y psíquica. Por ejemplo, un estudio realizado por el Profesor G. Schuler, de la Clínica Universitaria de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, encontró que, sometiendo a enfermos diagnosticados de angina de pecho estable a un entrenamiento diario de 20 minutos y a una dieta pobre en grasas de origen animal durante un año, se observaba en dichos sujetos una pérdida de peso del 5%, un descenso de su colesterol total en sangre del 10%, una mejora de su condición física del 23%, una mejora o un “no empeoramiento” de la enfermedad de sus arterias coronarias responsables de su angina de pecho, y una menor mortalidad. Estos resultados eran mejores que los que tuvo otro grupo de sujetos a los que se realizó el mismo tratamiento pero sin añadirles el programa de entrenamiento físico. En personas que habían tenido un infarto de miocardio se han encontrado resultados parecidos.